Dani Tena


dani tenaComencé a la edad de 8 años en el Conservatorio de Valencia a estudiar música y durante los siguiente 13 años permanecí allí hasta que tomé la decisión de alzar el vuelo.

Así que pensé en solicitar el programa de becas Erasmus e intentar proseguir mis estudios en el extranjero. La idea la tomé porque iba a ser una experiencia en mi vida, la cual me iba a desarrollar tanto a nivel personal como profesional.

Mandé la solicitud a la ciudad de Graz (Austria). Esta ciudad tenía convenio con el Conservatorio Superior de Música de Valencia, así que era una opción asequible y a su vez, podría estar en Austria, un país cuyo nivel cultural es muy elevado y destaca por ser considerado el referente musical a nivel mundial.

Obtuve la noticia de ser seleccionado para cursar el ultimo año de mi carrera en el extranjero. Tuve una gran felicidad, debido a que se había cumplido uno de mis sueños. Pero a su vez no fui consciente de las complicaciones que iba a tener: un país distinto, otro idioma, una cultura muy diferente… y a nivel de estudios, las convalidaciones y que me aceptaran todo lo que había cursado durante el último año.

El balance general de este curso fue muy positivo, ya que mejoré en todos los ámbitos, pues aprendí lecciones que solamente te da la vida y cuando tienes que enfrentarte realmente a ella.

Otro factor que contribuyó mucho es que fui seleccionado de una joven orquesta de Viena para poder tocar con ellos durante una semana. Sinceramente, una experiencia inolvidable, pues la gente fue maravillosa y recibí un trato como en casa.

Debido a esta situación, decidí avanzar en mis estudios y empezar el Máster.  Un objetivo bastante complicado y que hace tan solo dos años consideraba una meta imposible. Para ello, tuve que realizar unas pruebas de acceso con toda la preparación que conlleva (más adelante detallaré dicho proceso).

Otra muy buena noticia que recibí fue la admisión de la Universidad de Música de Graz para poder estudiar con ellos el Máster. Una vez finalizadas las pruebas, recibí las felicitaciones por parte de todos los miembros del jurado que me examinaron.

Una vez iniciado el curso, un profesor me comentó que me podia presentar también a realizar las pruebas para Máster al Conservatorio de Viena. Cuando me lo dijo, me quedé asombrado, pues es uno de los conservatorios más prestigiosos del mundo para estudiar música.

Yo era consciente en aquel momento de que esta última meta sería muy complicada; sinceramente, la consideraba imposible, solo al alcance de los genios. Así que decidí proponerme el objetivo de estudiar para presentarme al Conservatorio de la capital austríaca sabiendo que las posibilidades eran prácticamente nulas. Una vez adentrado en la aventura, para poder llegar al nivel que se exige, debía exprimir y sacar lo major de mí y sabía que eso solo se podía conseguir con mucho esfuerzo y constacia. Así pues, comenzó mi andanza.

Mi rutina se convirtió en jornadas de estudio de lunes a domingo entre seis y ocho horas por día. Sesiones en las que debía estar concentrado al 100% durante todo el tiempo. Pero sinceramente, era prácticamente imposible mantener un alto nivel de concentración durante tanto tiempo.

Los primeros días resultaron muy cómodos, pues tenía en mente un objetivo claro y lo más importante: tenía tiempo y mucha motivación y ganas. Durante el transcurso del proceso, llegaba a pensar que no avanzaba y que mi nivel se había detenido, pero yo no era consciente ya que cada paso hacia la cima era más pequeño, pero mucho más duro. Esto, a su vez, conlleva aspectos negativos, como disminución de mi vida social.

Con el paso de los meses, intentaba ser más exigente conmigo mismo ya que era consciente de que cualquier pequeño desajuste podría marcar la diferencia entre conseguir el objetivo y no conseguirlo.
Las vacaciones de Navidad fueron un gran alivio para mí, pues suponía bajar la intensidad, coger mucha energía y todo esto me ayudaría a retomar mi camino.

Tras el regreso, pensé que grabarme las sesiones de estudio me iba a facilitar las cosas debido a que tenía una percepción distinta, como si fuera una persona del público y así podría seguir perfeccionando mucho más. Pese a que avancé y mejoré con este método, consideraba que no era suficiente, pues mi idea era intentar recrear lo más exactamente posible la situación de las pruebas; es decir, con un jurado que esté escuchando y anotando todos los pequeños detalles que no están como ellos consideran.

Así que hablé con unos compañeros para que me hicieran el gran favor de ser mi “jurado” previo a mi examen. Esto servía para tocar delante de público y a su vez, saber controlar los nervios.

La última semana resultó ser bastante estresante. El trabajo ya estaba hecho y seguir estudiando podría suponer comenzar a fallar en pasajes; pero por contra, el dejar de estudiar significaba que llegaría en un nivel realmente bajo. Así que tuve que buscar un equilibrio.

Tenía muy claro que yo había hecho un gran esfuerzo, trabajo con constancia y sacrificio, pero era el Conservatorio de Viena y gente con unas aptitudes excelentes; cualquier pequeño desajuste supone casi la eliminación y solo hay una única oportunidad.

El momento de salir al escenario fue bastante complicado; yo era el último candidato y el “pescado puede estar prácticamente vendido”. Debía tocar y sorprender al jurado y de la única manera que lo podía hacer era disfrutar al máximo de cada momento y transmitir esta sensación.
Al finalizar mi actuación, era consciente de que había interpretado la música a un nivel realmente alto, mucho mejor que el día a día e inmediatamente tuve unas impresiones realmente buenas. Si no conseguía entrar, al menos no había hecho el rídiculo.

Horas más tarde, ese mismo día, recibí la noticia por parte del jurado que había sido admitido para poder estudiar Máster en el Conservatorio de Viena. Iba a estudiar en el mismo lugar donde muchos años atrás estudiaron grandes genios de la música como Mozart o Beethoven.


Mi sueño se había cumplido.